Pedro Henríquez Ureña-XXVII

Nostalgia

¡Ah! Cuántas reminiscencias surgen hoy en mi mente evocadas “al
conjuro del recuerdo”, hoy que de mi ciudad estoy ausente!…
Todo está claro ante mí, cual si en ella estuviera; hay veces en que creo
estar allí, en que las voces que oigo parécenme las mismas que allí oía,
en que el cielo azul que miro es el mismo que allí contemplaba. ¡Ah!
Cuánto goza la mente con esas plácidas quimeras. Y luego… la
realidad…
Parécenme ver sus casas, atravesar sus calles y entrar en sus iglesias y
en ellas oír la música del órgano que suena gravemente, ver sus luces
esplendorosas y surgir como por encanto, las nocturnas procesiones
de la Semana Santa que tanto me halagaron en mi primera niñez.
Y me parece volver a ver a los que allí dejé y entre ellos a la buena
anciana… ¡Ay! ¡No recordando en mi sueño que durante la ausencia
ella rindió su larga jornada!…


Y pasa veloz el tiempo; y siempre renacen en mí los recuerdos de mi
ciudad.
¡Ay! Es que algo me falta, que nada basta a calmar la nostalgia.
Acércanse ya los últimos días del año en que el alma se alegra, se
espande.
¡Ah, si estaré en mi ciudad cuando lleguen esos días!
¿Cuándo será que pueda divisar desde el mar sus casas, ver entrar en el
Ozama turbio al bajel que me conduzca

Puerto Plata, diciembre 1895


florecitas

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