Pedro Henríquez Ureña-VII

En la Cumbre

A Mercedes Mota

Por encima del bien y del mal
Nietzsche

Elsa que imploras con clamor ferviente
ante la muda inmensidad del cielo
y aún aguardas que acuda a tu defensa
el armado, invencible caballero;
¿ves surgir en el pálido horizonte
dulce esperanza de solar destello,
o se acerca fatídica y silente
la noche en que se apagan los luceros?

Como el árbol que roto y desolado
tenaz retoña, y resistir intenta
contra el soplo letal de los inviernos
que el fuego vivo de la savia hielan;
el hombre en las batallas de la vida
arranca al seno de la madre tierra,
cuando le postra enfurecido embate,
nuevas viriles y pujantes fuerzas.
Mas la débil mujer, la débil planta
que el leve soplo de la brisa quiebra,
¿cómo podrá vivir cuando le azotan
las alas de dragón de la tormenta?
¿Cómo gallarda se alzará, esparciendo
el casto aroma de su gracia excelsa,
si la mata el aliento ponzoñoso
de una egoísta sociedad enferma?

¡Ay de la sociedad que envilecida,
no alza a reinar, hierática y suprema,
a la mujer, vestal incorruptible
que el templo augusto del hogar sustenta!
¡Ay si niega, sarcástica, homenaje
al genio, a la virtud, a la belleza,
-los únicos blasones de la raza
en que su fe del porvenir alienta,
y pone en su camino, no las palmas,
ni glorioso laurel, ni flor risueña,
sino el lodo de escarnios y calumnias
y el lazo infame de la envidia artera!. ..
Son sus mismas indómitas pasiones
la llama que consume su existencia
y la imperiosa mano del destino
a esclavítud o a muerte la condena.
Almas que al bien y a la verdad dáis culto
en una triste sociedad enferma,
haced de la altivez vuestra arma blanca
y portad como escudo la conciencia.

Elsa que imploras con clamor ferviente
ante la muda inmensidad del cielo,
y esperas que ilumine el horizonte
la argentina armadura del guerrero,
el cielo no responde; está vacío;
pasó la edad del noble caballero. 
¡Sea tu paladín en la batalla
el sol de tu radioso pensamiento!

Nueva York, 1902


florecitas

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