Deligne-VII

 

Esbozo típico[1]

(Medio a lo Quevedo)

Velando están a las doce 
a quien velaba al de a prima
y andan bebiendo en la muerte 
de quien los vientos bebía. 
Corre el velorio, rumboso: 
marcha la fiesta, rompida; 
de aquel para quien fue fiesta 
cada sol que amanecía.

A la testa, la Altagracia; 
el cirio sobre una silla; 
sobre la cama, el jayán 
y encima de él, cuatro heridas.

Por aquí salió, hecha sangre 
y mosto, su brava vida; 
no el alma, que no la tuvo 
quien desalmado vivía.

Por excusar tal olvido, 
y también porque no diga 
la gente, prestó un vecino 
a más de zapato, almilla: 
quién busca unos pantalones; 
quién regala una camisa, 
quién allega al burdo catre 
sábana al fin, si no limpia.

Y de esta guisa vestido, 
casi decente en tal guisa, 
estáse en la cama el muerto, 
y alrededor la pandilla.

¿Le lloran?… ¡claro que sí! 
pero son las obras pías 
llamadas casas de juego 
por el vulgo y la justicia; 
los malos bailes le llaman 
a las pasadas vigilias; 
le gritan los alambiques, 
del palo por las palizas.

De él se duele el contrabando 
por las cápsulas que cría, 
que más de éstas le vendió 
que otras venden las boticas.

Está de gala el silencio; 
y el escándalo de grima 
se calla, porque acabó 
quien del brazo le traía.

-¡Pues se llenó el medio almud! 
dice, en voz enternecida, 
de aguardiente y del velorio 
(ya de pestañas caídas).

-¡Pues se llenó el medio almud! 
dice el Bobo (y es malicia 
que así le llamen), ni Dios 
puede volverle a la vida! 
Soñaba con ser Ministro; 
¡logrado tal vez lo habría! 
|Y hasta más!… que de buen taco 
fue entre los natas, natilla. 
Pero no alcanzando a tal, 
mas ni a cosa de hacer sisa, 
¡véndase lo que tuviere, 
para su entierro y su misa!

Y vienen al inventario 
que al instante se improvisa, 
amén de otros varios chismes 
de menos prez y valía; 
dos revólveres, que son 
dos trozos de Historia antigua; 
páginas de cien combates, 
testigos de mil heridas; 
el machete, sempiterno 
aprendiz de Geometría; 
pero en trozos de tangentes, 
de consumada pericia; 
el cuchillo, que es de Collins 
y de ello por ser, sería 
que fue en vida del difunto 
de puñaladas colina; 
luego el garrote, de un dicho 
parodia, más negativa; 
pues se sacó sin razón 
y se guardó con falsía; 
y el estoque, que por arma 
como aleve conocida, 
hizo de aleve asador 
de las hurtadas gallinas.

¡Válgame Dios! Lo que pudo 
el uso en tales reliquias, 
¡que al entierro de su dueño 
no ayudan, mas ni a su misa!

Desechadas por no buenas, 
y de los autos en vista, 
y resumiendo el debate, 
así habló el Bobo y se explica:

-Pues no se halla el hospital 
a ningunas doce millas, 
¡quien a tantos puso en cama 
vaya señor en camilla! 
Y mientras los unos roncan, 
y los despiertos desfilan, 
allá se acaba el velorio; 
y el romance aquí termina!

(1885)


[1] Publicado en El Eco de la Opinión, Santo Domingo, R.D., 28 de agosto de 1897.


florecitas

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