Pedro Henríquez Ureña-IX

Íntima

A mi tìa Ramona Ureña

Desde el solar nativo,
-el nido de los pálidos recuerdos-,
la casa palpitante de memorias
que viven y se agitan como espectros;
me llega tu palabra,
henchida de magníficos consuelos,
mensajera piadosa del terruño,
hasta el extraño techo,
el techo que indolente me cobija,
mudo y escueto,
intacto por los fuegos de las luchas,
intacto por las alas del ensueño

¡En la vida, en la lucha,
cual sangra el corazón, cual llora el pecho!
¿Qué mucho que el postrado combatiente
destierre el sentimiento,
vulnerable talón que el dardo hiere,
y haga del estoicismo su remedio?

En la vida, en la lucha,
¡cuán temprano sentí, lloré cuán presto! 
¡cuánto de penas supe!
Solitario me encuentro,
sin patria, sin hogar, sin ilusiones,
-todas volaron con volar ligero-;
busco para las penas interiores
las aguas del Leteo,
y tiendo del espíritu las alas
al país irreal de invicto ensueño.

Todo cuanto fue amores,
luz de la edad y juveniles sueños,
yace entre los escombros del pasado,
apenas en los lindes del recuerdo.
Sobre esas ruinas
la vista tiendo
con muda indiferencia.
No renace el extinto sentimiento,
cual si el ansia de dulces efusiones
fuese muerta en el pecho.

El fatigado espíritu
no se enciende en la llama del deseo,
y contempla a través de las edades
como un campo vastísimo de hielo.
¡Ah! que cuando resuena tu palabra
del letargo despierto,
y la nostalgia del amor antiguo
dentro del alma siento.

¡Oh tù, la soñadora, la constante!
¡Oh tù, sacerdotisa del ensueño!
¿No sientes bajo el cielo de la patria,
de ruiseñor parlero
cual se ha trocado el himno de esperanzas,
por la canción macábrica de un cuervo?
¿No sientes que las vivas ilusiones,
la vieja tradición, el dulce ensueño,
vuelan en el confuso torbellino
que azota el patrio suelo,
y hechos jirones en la hoguera caen,
perecen de la patria en el incendio?

¡Que con tu fer radiante,
que con tu amor perpetuo,
reconstruyes las muertas ilusiones
y guardas el altar de los recuerdos,
y en las frágiles notas de tus cartas
el alma envías del terruño entero!

En mi noche de amargo pesimismo
el instante aún espero
en que escuche, soñando,
tus palabras de nuevo,
sobre las ruinas de la triste patria,
“sobre las ruinas del hogar deshecho”.

Nueva York, 1904


florecitas

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