Sánchez Lamouth IV

Sinfonía vegetal a Juan Pablo Duarte

Por Juan Sánchez Lamouth (1929-1968)

Por el polen de sus huesos gloriosos.
Por su esfuerzo, su cruz, su apostolado …
Hay que volver la cara hacia las hojas verdes de Febrero;
por tu paternidad hoy remueven tus huesos
los obreros del taller (y del campo);
próximo a ti hay que justificar las alegrías.
Desde tu nombre deseo hablar entre los habitantes de las hojas;
nuestro Decano de la Democracia;
esta es la Bandera,
este es el Escudo, o mejor dicho enseñamos la Patria
de nuevo a la conciencia de Apóstol.
Ved los labriegos secos.
¡Comandante Juan Pablo!
que nos diste la patria de la nada …
En este primer acto de mis versos agrarios
por donde los tubérculos florecen al azul de los hosannas,
destrozados se encuentran los sagrados violines madereros;
los dibujos se ven llenos de sangre …
hoy reconozco que tan sólo la rosa fue idéntica a tu nombre;
reflexiono mirando el sacro incienso que levantan las fábricas.
En esta bahía blanca de la aurora reorganiza el milagro
que tu voz se levante redentora al paisaje,
que de nuevo tus manos se estrechen con el pueblo
para que sea posible desarrollar la tierra
y la alegría cunda por estos campos.

Por este idioma,
por esta rosa que día por día se viste su sonrisa de cielo,
ayúdanos en espíritu desde los ángeles de tu dominio puro;
ya estamos convencidos que es por nosotros mismos
que se abrirán las puertas del progreso y la gloria.
Tu alma, esa flor que autorizaba el júbilo,
fue salud de los campos y las aldeas …
¡Oh sol de aquel febrero!
en que había frío hasta en los oídos de los árboles
y muerte hasta en la epidermis del baluarte;
hoy para ti la sinfonía vegetal de mis palabras
viendo a los ángeles que elevan
tu nombre por el jardín azul de la montaña …

Apóstol sempiterno,
mirando estos bueyes que conducen tratados y alianzas,
te nombro por los bálsamos de la tierra,
por las sabinas y los guayacanes,
en las direcciones del consorcio de las lomas,
con la luz del sudor agropecuario,
en la salud,
en la fe,
y hasta en los vientos frescos de aquellas dulces piedras milenarias,
se veía claramente junto a los socios que te dieron ánimos,
que ese Febrero era tu propia carne,
que ese Febrero era tu propia sangre.
Maestro: al nombrarte frente al movimiento de la rueda rotaría,
no pienso que mi aldea tenga su cielo feo;
sólo sufro por tu alma que tuvo que bajar la cuesta abrupta
de las dificultades;
canto tus manos que pluralizaron flores
por repartirlas entre los poblados.
Feraz efemérides de ángeles con cornetas,
en que supiste borrar extravagancias
anulando los traumas del memorial funéreo
con tu conciencia hecha para aumentar la salud de la Patria;
verdad, todos sabemos eran tiempos difíciles,
todo hacía pensar que hasta el agro sentía náusea de los arados,
hasta que asomó el Sol del movimiento social “La Trinitaria”
y ya la fe del pueblo comenzó a germinar con tus palabras,
por el jugo cristiano de tu axioma
vio la República su primer milagro.
Hay que volver la cara hacia las hojas verdes de Febrero
hoy que hasta las llanuras desean tus palabras subterráneas;
complácenos, olvida tu uniforme de barro.
¡Comandante Juan Pablo!
estos silencios desean tus palabras,
acompáñanos en cuerpo,
acompáñanos en alma,
reprende a los monstruos, para que no le echen más cizaña a la Patria
insistimos en tus formas libertarias.
¡Comandante Juan Pablo!
tú que ayer destruiste los dolores de la siembra enlutada,
tú que supiste entregarnos una Patria con colmenas y salmos
hay la necesidad de que olvide un momento tu uniforme de barro;
elévate en el aire de las hiedras que parece que huelen a esperanzas;
ayúdanos a calmar los soles agrios,
estos soles agrarios,
en estos campos que nos engañan con las ilustraciones de sus aves
¡Comandante Juan Pablo!
hay la necesidad de que olvide un momento tu uniforme de barro.


Publicado en Sinfonía vegetal a Juan Pablo Duarte. 1968.


florecitas

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