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Boda de Ruiseñores

Por Ramón Emilio Jiménez (1886-1970)

Era un trío admirable de dulces ruiseñores
disputándose, a trinos, de una hembra el amor,
que, junto al grupo alado,
picoteando alegre la encendida corteza de una fruta en sazón
por cuya abierta herida, la sangre de la pulpa
manchaba el suelo de arrebol,
provocaba la lucha de los picos abiertos
para su dulce boda con el mejor cantor.

Teatro de la escena: la fronda virgen, húmeda
por el rocío, apenas, de la noche anterior,
y comenzó la fiebre del lírico torneo
como a la media hora de haber salido el sol.

El primero dió al aire la joya de su flauta
que el bosque acompañó
con la variada música del viento y del arroyo
que fluye adulador.

El segundo, internándose esmeraldas adentro,
penetró en la más íntimo de la fronda, y cantó
como para el hueco del follaje sirviérale
de amplio resonador.

Faltaba el más osado de aquellos trovadores :
voló a la rama más enhiesta, el pico
sobre ella limpió
de toda huella inútil de festín mañanero,
y se entregó al divino fluir de la canción.

En la panida música se adivinaron quejas,
rumor de alas, sueños, inquietud,
la ilusión de tres perlas en un nido
y el final de aquel nido en el azul.

La hembra, enamorada,
dejó el fruto sangrando como un arrebol,
ganó la débil rama que el canto estremecía,
y culminó la escena con un triunfo de amor . . .

Después, los dos vencidos, miraban alejarse,
soñando con el nido, bajo el oro del sol,
cuatro alas tendidas en fuga victoriosa
sobre los aplausos del viento adulador.


Publicado en Antología Poética Dominicana. Pedro René Contín Aybar. 1943. Librería Dominicana. Ciudad Trujillo.


florecitas

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