Bazil-I

Los Cisnes de Ruben Dario

A Santo Domingo de Guzmán 
Para La Cuna de América

El profético cisne de Darío, 
mitológico y blanco y pensativo, 
abre sus alas en el pecho mío 
y me envenena su actitud de esquivo.

¡Oh gran cisne, que sabes la tormenta 
que estremece los músculos de América 
en una fuerte crispación violenta 
y en una altiva conmoción homérica!

Vidente anunciador, es el momento 
que, en la quietud solemne de tus lagos 
eleves hasta Dios el pensamiento 
en una turbación de signos vagos.

¡Hay muchas patrias jóvenes sin suerte 
que esperan con la faz adolorida 
en la contienda sin igual la muerte 
o en la contienda desigual la vida!

¡Y en el grito postrer dejar la vida 
en la campaña singular, y todo! 
¡Que en el fondo del mar desaparecida 
es la vida mejor que sobre el lodo!

Hay una patria joven que respira 
a través de un perfume de amaranto: 
es una patria joven que en mi lira 
ya se yergue en un grito, ya en un canto.

Es mi patria, la patria siempre bella 
de poetas que cantan la fortuna 
a la faz inquietante de una estrella, 
bajo el beso de plata de la luna.

Y no podrá morir, desamparada 
de blasones que elogien su memoria, 
porque tiene una página grabada 
en pleno sol en su fatal historia.

¡Oh cisne! ¿Qué me dice tu plumaje 
que mueves en un ritmo impenetrable? 
¿Acatas mi sentir? ¿Es un mensaje, 
pavoroso y fatal y abominable?

¿O es acaso que marchas al desierto 
a levantar tu voz para esta América 
que parece dormir, pero no es cierto, 
en un sueño dúlcido de histérica?

¿Abre tus alas blancas en el medio 
de la bandera fúlgida que flota 
sobre todo dolor y sobre el tedio, 
sobre el escudo y la fortuna ignota?

¡Oh cisne, que conoces al poeta, 
y pasas por sus rosas musicales 
llevándote en las alas la incompleta 
tremulación acerba de sus males!

¿La ciencia de la magia, grave y fuerte, 
de tu pupila absorta y comprimida, 
no sabe del dolor ni de la muerte 
ni sabe del amor ni de la vida?

¡Y nada respondióme el cisne adusto, 
su silencio es más grave todavía; 
está pálido y mudo el cisne augusto, 
su silencio está pleno de agonía…!

Y una estrella se pierde en lo imprevisto.
El cisne sufre. El cielo sigue grande.
¡Y un águila se va, porque la han visto
sobre la enorme majestad del Ande!


florecitas

Regresar a las obras de Osvaldo Bazil