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Campesino de Mi Tierra

Por Armando Álvarez Piñeyro (1870s-1920)

I

Son su orgullo: su negra y su bohío,
su revólver, su potro y su machete,
y forman su contento y su albedrío:
ser guapo, enamorado y buen jinete.

Siempre tiene en concierto un desafío,
y por celos quizás se compromete;
juega un gallo en cercano caserío
y su escasa fortuna, en un tapete.

Casi siempre trabaja en su conuco,
y en la tarde, regresa a su tabuco
entonando una copla en el sendero.

Pero, es su aspiración, la más vehemente:
después de enamorado y de valiente,
llegar a mayoral de algún potrero.

II

Y en un potro fogoso, bien montado,
al través de la cálida maleza
ir coleando la punta de ganado
cuando la tarde a declinar empieza.

Entonar ese ritmo acostumbrado
para arrear el ganado con presteza,
y aspirar el ambiente oxigenado
de la agreste y feraz naturaleza.

Retornar al corral tras la vacada,
que siguiendo la ruta señalada
adelanta sus huellas perezosas.

Y extasiado, arrebola sus sentidos
entre un coro de múltiples bramidos
y el extraño concierto de las cosas.

III

Esta es su aspiración, la más ansiada:
casi todo su afán, todo su empeño:
es tener su muñeca preparada
a la tumba, al arado y el ordeño.

Estar en pie desde la madrugada:
largas horas robándolas al sueño,
y ordeñar de un tirón a la vacada:
siendo fuerte y fornido como un leño.

Y después de cobrados sus jornales
completar sus hermosos ideales
yendo al baile, el velorio y a la plena,

a cantar por lo humano y lo divino,
y al son del tiple, improvisar con tino
la décima de amor a su morena.

IV

Y cuando estalla la marcial contienda:
irse al monte a pelear por su caudillo;
merodear a su paso por la hacienda
en el pueblo cercano y el hatillo.

Exigir al criador, sin componenda,
según credo, una vaca o un novillo;
y pedir provisión en una tienda
sin tener un centavo en el bolsillo.

Mas, ser acometido en la pelea,
y si el plomo en el aire se pasea,
orgulloso mostrarse indiferente;

con ese ardor que en su mirar chispea,
y ese rudo valor, de que alardea,
como una cualidad sobresaliente.

V

Y después…. Galopar por la llanura
saboreando su dulce independencia;
sentirse fuerte y lleno de bravura,
a solas con su Dios y su conciencia.

Desafiar, sin pavor, la noche oscura;
soportar la fatiga y la inclemencia
y oprimir el ijar de la montura
siempre en la actividad de su existencia.

Domeñar la cerviz del fuerte toro;
domar en ruda lid el potro recio,
y acertar en el blanco sin desdoro.

Cruzar a nado el anchuroso río;
sentir, ante el peligro, en desdén frío,
y a la muerte mirarla con desprecio.


Publicado en Manuel Mora Serrano. 2017. Los poetas dominicanos frente al paisaje de su país. Acento – Columna Revelaciones agosto 19, 2017.


florecitas

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