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Gólgota Rosa

A Ana María Menocal

Del cuello de la amada pende un Cristo, 
joyel en oro de un buril genial, 
y parece este Cristo en su agonía 
dichoso de la vida al expirar.

Tienen sus dulces ojos moribundos 
tal expresión de gozo mundanal, 
que a veces pienso si el genial artista 
dióle a su Cristo alma de don Juan.

Hay en la frente inclinación equívoca, 
curiosidad astuta en el mirar, 
y la intención del labio, si es de angustia, 
al mismo tiempo es contracción sensual.

¡Oh, pequeño Jesús Crucificado!, 
déjame a mí morir en tu lugar, 
sobre la tentación de ese Calvario 
hecho en las dos colinas de un rosal.

Dame tu puesto, o teme que mi mano
con impulso de arranque pasional,
la faz te vuelva contra el cielo y cambie
la oblicua dirección de tu mirar.


florecitas

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