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A La Vega

Por Trina De Moya (1863 – 1941)

Si fácil numen poseyera, ufana
al compás de los plácidos amores
del caudal delicioso que entre flores
te ofrenda, oh Vega, el límpido Camú,
yo cantara tu cielo esplendoroso,
las altas cumbres de tus verdes lomas
donde arrullan y anidan las palomas
donde crecen el pino y el bambú.

Y al sentir de la brisa el dulce halago
que de las palmas el futuro inquieta,
la inspiración buscando del poeta,
en cuanto dedicara con amor
a tus feraces campos, que atesoran
ricas simientes de valiosa planta
y al labrador que satisfecho canta
viento que brota la fecunda flor.

Y en mi entusiasmo inspirador, ferviente
llena el alma de luz y poesía,
en estrofas de mística armonía
yo te cantara, mi ciudad natal.
Pueblo gentil que guardas cariñoso
el rumor de mi risa y de mi llanto,
de mis recuerdos el sagrado encanto,
todo lo inmenso de mi amor filial.

De inocentes placeres tu llenaste
de mi infancia las horas deliciosas,
y el soplo de tus auras rumorosas
acarició mi juventud feliz,
y tú me viste acariciar el sólo
el sueño de amor que en venturoso instante,
hizo latir mi corazón amante
y dio a mi vida la perennal matiz.

En ti yo tuve el sin igual contento–
el contento más dulce de mi vida–
de fuerza tal, que el alma estremecida
en sus hebras más tiernas lo sintió;
¡inefable ilusión de un solo día,
perdurara en mi mente soñadora
que la muerte implacable destruyera,
a la madre amorosa le arrancó!

Tú, leal, compasivo, generoso,
en mis horas tristísimas de duelo,
siempre me diste bienhechor consuelo
participando en mi infortunio cruel,
y si lejos de ti vivo contenta,
porque aquí tengo de mi amor el nido,
jamás un solo instante yo te olvido
¡pueblo que guardas mi ternura fiel!

Si la entusiasta inspiración que siento
el torpe labio traducir lograra,
con que afán ardoroso te cantara
hoy que tu suerte venturosa es!
pues del sueño apacible en que yacías
altivo te despiertas, arrogante,
y de la luz el rayo fulgurante
tus horizontes ensancharse ves.

Ciudad, eres feliz, qué presto avanzas:
del progreso al mandato poderoso,
expresado en lenguaje estrepitoso
de máquinas potentes de vapor
marchando vas por sendas luminosa
al esplendente porvenir que un día
te soñara mi ardiente fantasía
en los delirios de mi puro amor.

Hoy periódicos tienes que te ilustran
a la vez que pregonan tu adelanto,
y ostentas cual joyel precioso y santo
tu magnífico templo de oración.
Templo que guarda ¡ay! bajo las losas
que tapizan su suelo bendecido
mezclados con el polvo ennegrecido
pedazos de mi propio corazón.


Publicado en Revista Ilustrada, No. 11, enero1, 1899 bajo el seudónimo T. Colombina


florecitas

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