A mi esposo (añoranza)
Por Trina De Moya (1863 – 1941)
El recuerdo de nuestras hijitas que apenas vinieron,
con su sola presencia encarnaron
mis más caros sueños,
y colmaron lo inmenso de tu alma
de esperanzas, de amor y de anhelos,
para alzar otra vez de improviso
a eternales regiones el vuelo,
y dejarnos entonces tan tristes,
tan solos y enfermos,
sin sus tiernas caricias soñadas,
perseguido tú en torno a mi lecho,
y los dos, al rigor del exilio,
errabundos por suelo extranjero…
es recuerdo que late en mi entraña,
callado y acerbo.
Cuando pienso en aquellas hijitas
y al redor de nosotros contemplo,
cómo, plácidamente, reviven
los padres y abuelos,
discurriendo sus vidas fecundas
al calor de los hijos y nietos.
Mi alma entonces ansiosa se expande,
y ni celos ni envidia sintiendo,
resignada me digo: Nosotros
disfrutar igual dicha podemos,
hoy que el cielo piadoso nos brinda
-tal vez como premio
a tu vida de crueles afanes
por el bien de la Patria y sus fueros-.
Hoy, repito que el cielo nos brinda
el bien placentero
de poder revivir como padres,
al calor vigoroso de un pueblo,
infundiéndole afectos de hijo
con nobles ejemplos,
atendiendo a sus cuitas y afanes,
respetando sus justos derechos,
y talleres, y escuelas y asilos
por doquier con tesón difundiendo.
Y a la triste añoranza de antaño
hoy opongo este dulce consuelo:
El buen Dios nos quitó nuestras hijas
para darnos por hijos un Pueblo.
Publicado en el poemario Patria y Hogar. 1929.
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