Díaz-XVIII

Mi Deceso

Yo moriré, no importa. Me he dado mucho gusto,
he vivido mi vida siempre a cuerpo de rey,
ni me importa el infierno, ni del cielo me asusto,
he vivido en la Tierra como chivo sin ley.

Vendrán a mi velorio muchos nuevos cuentistas,
los poetas llorones me irán a despedir,
dos o tres prostitutas fingirán como artistas,
y exclamarán: “¡El pobre… no debió de morir!”

Me moriré una tarde, para que haya velorio,
y todos los borrachos vengan a trasnochar,
ya por la madrugada, todo será un jolgorio,
y yo en mi caja tieso, más serio que un fiscal.

Bandejas de galletas vendrán de la cocina,
para decir a todos: “Coged, tomad, venid”,
y al coger todos juntos será una tremolina,
como la más castiza del lejano Madrid.

Al venir la mañana, entierro de tercera,
para decir a todos lo pobre que morí,
un grupo de borrachos a paso de carreta,
con rumbo a Villa Duarte para salir de mí.

Quedaré allí apretado bajo la tierra dura,
mientras el alma vague hacia lejano cielo,
tanto calor que hace en esta sepultura,
y yo que en mi existencia derroché tanto hielo.

Y todo acabará: fama, belleza, gloria,
mujeres, melodías, merengues, posición,
solo seré en la tierra el recuerdo de un hombre,
que quiso en su existencia acabar con el ron.


* Publicado en Domingocaba 1 de septiembre, 2019. Revisado enero 2022.


florecitas

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