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Era una tarde

 ¡Oh, mi amada! ¿te acuerdas? Esa tarde 
tenía el cielo una sonrisa azul, 
vestía de esmeralda la campiña 
y más linda que el sol estabas tú.

Llegamos a las márgenes de un lago. 
¡Eran sus aguas transparente azul! 
En el lago una barca se mecía, 
blanca, ligera y grácil como tú.

Entramos en la barca, abandonándonos, 
sin vela y remo, a la corriente azul; 
fugaces deslizáronse las horas; 
no las vinos pasar ni yo ni tú.

Tendió la noche su cendal de sombras; 
no tuvo el cielo una estrellita azul… 
Nadie sabrá lo que te dije entonces, 
Ni lo que entonces silenciaste tú…

Y al vernos regresar, Sirio en oriente
rasgó una nube con su antorcha azul…
Yo era feliz y saludé una alondra.
Tú… ¡qué pálida y triste estabas tú!


florecitas

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