Never More
Para José Santos Chocano
Por las interminables avenidas,
en busca de pretéritos mesones,
veo plazas desiertas,
luces emustiecidas,
graníticos balcones,
ventanas ojivales
y monásticas puertas
que, vistas a través de sus cristales,
fingen estar de par en par abiertas.
Camino a la ventura. Monologo
sobre un dolor de siglos que ahora es mío.
El silencio interrogo;
y grabando mi planta en el vacío
de la noche callada,
en torno de las cosas espacío
la inquisición febril de una mirada.
¿En cuál de estos cristales fue que un día
el pájaro siniestro
sacudió sin calmar su ala sombría,
enseñándole al lóbrego maestro
del canto y del dolor
un dolor infinito en la elegía
del monótono y lento Never More?
Subitáneo celaje
pone a mi inquisición tétrico punto:
es la última hoja de un follaje.
El otoño la azota;
y simula, cayendo, el ala rota
de un agorero pájaro difunto.
Monólogo muy quedo,
porque mi propia voz me infunde miedo!
Sobre un cristal vecino
un álamo hace un trazo
con la desnuda sombra de su brazo.
Quiero huir. Mas la anchura del camino
‑nublada de otra proyección de trazos‑
tras la congoja de mi planta mueve
el ademán de un escuadrón aleve
de esqueléticos brazos.
Quiero huir. Mas mi planta no se atreve.
Y me detengo. Una espectral figura
nace del fondo de la noche oscura:
crece, avanza, se acerca, se aproxima
a la desolación de mi pavura;
y al transitar, su grave paso suena
cual si fuera el remedio de una rima
de honda y letal desesperanza llena.
¡Oh sombra! Eres la sombra del insano
poeta peregrino
que invadió la tiniebla de lo arcano,
con un gesto de horror,
al compás de su lento Never More.
¡Oh sombra! Te adivino:
eres la sombra de un dolor hermano.
Dame el laurel divino
que floreció en la gracia de tu mano,
sin darme la siniestra
copa de vino que escanció tu diestra.
Se va la noche. Imperativamente
su pupila entreabre en el oriente
el sol de un nuevo día;
y su lumbre me encuentra todavía
monologando en frente
de una casa vetusta que es la mía!
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