Este poema es muy especial. Lo escribí un día de las madres. Ese mismo día escribí un poema a mi tía Altagracia Martich, quien murió el mismo día de las madres. Mi poema era muy triste y cuando lo envié a mi editor Edgar Smith, él me dijo que el poema estaba muy bonito, pero que era el día de las madres y no era bueno que yo publicara un poema triste a las madres en su día. Me dio el reto de entrar en mi corazón y escribir desde mis propias experiencias. Me dijo: Piensa en tu madre y escríbela, eso hice y este es el resultado.
Belkis M. Marte
A mi madre
Madre, cuando el frescor
de mi mañana te abrazó,
en tu mirada reposaba el crepúsculo.
Arroyo quieto,
mapa de raíces
adornando tu vientre ajado
de tanto germinar.
Te quedaba polen para una flor más.
Tu fortaleza es herencia de cada
alma que inspiraste.
Tu ágil anatomía era pólvora a caballo
con árganas preñadas de vida,
camino al mercado,
Faena que, a la vez, te restaba y daba fuerzas.
Tus pies descalzos dan fe
de un conuco bien cuidado,
amplio como tu amor.
El río se paseó por los campos.
Regresó a su cauce muchas veces,
dibujando surcos en tu sonrisa
besada por el sol.
El verde de tus ojos, aunque opaco, sigue vivo.
Suspiro,
rosas blancas llueven sobre mi alma
al escuchar el ayer en la voz de un roble envejecido.
El hoy se escapa.
Una luna de plata suplanta la noche que
cubría tu espalda.
El caracol te apura, te gana, pero sigues.
Te aferras a la vida.
¿Cómo no amarte, vieja?
Soy astilla de ese roble
que, como el río,
se va y siempre se queda.
Del libro Por si no Amanece/In case dawn never comes (Poesía). Books&Smith, 2021
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