Confidencias
Desde que naciste 
ya nos había separado el Destino. 
Hijo, resígnate 
a tener un padre extranjero en el mundo. 
Los años pasan 
y aprender el ritmo del día él no aprende. 
El egocentrismo lo hiere 
y él permanece ante la estatua del Sanchopancismo, 
desunido! 
Su mirada se vuelca 
no para “el dos y dos son cuatro” 
sino para la estratosfera que existe en la raíz de todo 
hombre. 
Su pupila tiene un radio espiritual superior a su rostro, 
y es justo que sufras, 
hambre, tortura y desnudez aun después de la muerte. 
¡Qué sería de ti y de los demás hombres 
si así no fuera!

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