
Vuelo por el cosmos
Por Camelia Michel
Elegía a mi madre
Ocaso
Cuando la mano oscura de la muerte
corrió el velo de tus párpados
Miles de luceros se apagaron en tus ojos
sinfonía de ocasos y silencio
cabalgó el universo.
Ese instante los ángeles callaron
en una espera de clarines dormidos
y en la tierra los árboles parieron
raíces pardas y rotas
que horadaron los caminos
para abrir espacios a tu cuerpo.
Por los cuatro puntos cardinales
tus cenizas se esparcieron generosas
andariega tu alma
se ataba las sandalias
para cruzar la puerta angosta.
Búsqueda
Tan pequeña e inerme
te buscaba
con sólo el escudo de un poema
y una oración
para defenderme de la muerte
de tu muerte.
¿Dónde estás ahora que no me escuchas?
¿Por qué tan lejos en ese valle oscuro
en el que no puedo verte?
¿Quién cerró las ventanas de tus ojos
y apagó el brillo de los astros?
Visiones
Dicen que te vieron madre
cabalgando por los montes de las nubes
rauda como corceles
como potrillos que buscan el camino
desafiando ríos y montañas.
Dicen que te vieron madre
potra de luz por el cielo
cerca de Puesto Grande
siempre rodeada de niños
que te siguen como ángeles.
Dicen que te vieron
madre poderosa
surgir de la nada con flores
en las manos.
Que miríadas de soles
nacieron en tu risa
que volviste a la vida
en un choque de estrellas y luciérnagas
que te asomas a los mundos en el viento sideral.
Dicen madre que me esperas
para curar mis heridas
y que por siempre
habrás de arrullarme
con la suave música de las esferas.

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Pena

Por Camelia Michel
A mi madre fallecida
Si pudiera llorar tu ausencia
lloraría.
Con una lágrima enorme
y despiadada
como el llanto de los cielos
que sepultara la tierra
en la noche diluviana.
Si pudiera
Te daría una canción
solitaria y terca
tan tonca
como el soplo del soldado
que restalla el caracol
cuando el rito de la guerra.
Si pudiera
Abriría en cruz
los brazos
para recordar tu muerte
y sentir que estoy más cerca.
Clavaría lanzas en mi pecho
para redimir tu ausencia
para lavar esta herida
en el caudal de mi pena.
Cargaría tu dolor
en el alma
en el cuerpo
en las manos
en mis huesos
en mi aura.
Llenaría mi frente de cenizas
para gritar que sufro.
Pero, ¡qué digo!
señora de mi tristeza!
yo no puedo.
Soy tan frágil.
Que no puedo contenerte
que me pesa cada huella
que me late cada herida.
Que me atan eslabones
tan extraños, tan ajenos
que pregunto si soy yo
aquella sombra en el espejo.
Aquella luz en la distancia
aquel rostro tan pequeño
estas manos que te escriben
ese sol en agonía
y camino por el mundo sin respuestas.
Por eso digo
que si fuera una canción
me perdería de a poco
hasta descubrir tu espacio
hasta convertirme en polvo
hasta que tu vuelvas.

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