Madres-XIV

rosa amarilla

Pena

Por Camelia Michel

A mi madre fallecida

Si pudiera llorar tu ausencia
lloraría.

Con una lágrima enorme
y despiadada
como el llanto de los cielos
que sepultara la tierra
en la noche diluviana.

Si pudiera

Te daría una canción
solitaria y terca
tan tonca
como el soplo del soldado
que restalla el caracol
cuando el rito de la guerra.

Si pudiera

Abriría en cruz
los brazos
para recordar tu muerte
y sentir que estoy más cerca.

Clavaría lanzas en mi pecho
para redimir tu ausencia
para lavar esta herida
en el caudal de mi pena.

Cargaría tu dolor
en el alma
en el cuerpo
en las manos
en mis huesos
en mi aura.

Llenaría mi frente de cenizas
para gritar que sufro.
Pero, ¡qué digo!
señora de mi tristeza!
yo no puedo.
Soy tan frágil.

Que no puedo contenerte
que me pesa cada huella
que me late cada herida.

Que me atan eslabones
tan extraños, tan ajenos
que pregunto si soy yo
aquella sombra en el espejo.

Aquella luz en la distancia
aquel rostro tan pequeño
estas manos que te escriben
ese sol en agonía
y camino por el mundo sin respuestas.

Por eso digo
que si fuera una canción
me perdería de a poco
hasta descubrir tu espacio
hasta convertirme en polvo
hasta que tu vuelvas.


florecitas

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