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Te siento caminar

Te siento caminar sobre la transparencia,
así se desplazase lo impalpable en lo impalpable.
Se dilata, en un asomo, lo profundo en lo más hondo,
claridad abriendo paso en el fuelle de la luz.
El sonido en lo que suena, se proyecta, se deshace.
Tu cuerpo definido por contornos de aire blando,
y la voz es un dejo tranquilo de lascivia.
Duele la memoria retorcida en los presagios.
Oigo sus pies descalzos crujir como un incendio,
pequeño, incisivo, hermoso, pasajero.
Un fósforo, tal vez, sobre una piel cuajada de cebolla.
Miro el enroscamiento de su talle, de sus dedos,
toca, para crearlos, el teléfono antiguo de la habitación,
el cofre de metal, el libro de versos manoseado de Loinaz.
¿Acaso tiene forma de imposible lo imposible?
Presiento que regresas en la inmovilidad,
en la quietud pasmosa de la fronda y los teatros.
¿Cabe, me pregunto, algo más de transparencia donde la transparencia impone su fervor?
¿Cabe, me sorprendo, otra poción de hastío y estupor?
Un eco y humilladas cenizas han quedado.
La huella, eso sí, la pura huella,
de una pisada esquiva en procura de su pie.


Del libro Torrente sanguíneo, Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña 2007


florecitas

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