Matos-IV

¡Hijo del alma!

Manuel David, eterna vid viviente

Quiere la noche artera
hundirme en pesadilla ¡tan severa!
a horrendos clavos de dolor
arrodillarme, 
cegarme
el resplandor a ojos abiertos 
y con ellos abiertos
sepultarme en su ardid
en medio de la lid;
mas florece en mi pecho
con fulgor, sin temor,
con terquedad de helecho
el oceánico amor
que abarrota mi lecho.

¡Atrás, atrás maligno ardor!
¡No pasarás,
no pasarás horrenda muerte!

Lluéveme la vida en la memoria
hasta anegar el mal y la mortuoria
espada inerte
que en vano intenta
desmemoriar la inmensa
selva de luz que en mi alma habita
y por la cruz del Verbo que recita
vida,
vivaz consuelo, 
paz infinita y terciopelo
de la existencia vertida en el servicio,
en la entrega sin tregua, allende el sacrificio
enhiesto tu estatura, tu indisputable anchura
al horizonte puro que merecen tus palmas.

¡Hijo del alma!
Te celebro en la llama, en la solemne flama
de esa tu convicción de dar tu corazón
con valor y pasión
¡por todo lo que se ama!

¡Hijo del alma!
Celebro tus valores y principios
llevo tu piel, tu sentir, tus anhelos,
tu vida de solsticios
atados al vaivén de mis desvelos
¡Hijo del alma!
¡Tu amor ha de ser sol en todas mis mañanas!


Del libro Violetas del Alma. Taíno Editores. 2020


florecitas

Regresar a las obras de Juan Matos