Canción de la niña que quería ser sirena
Por Franklin Mieses Burgos
Por los caminos del cielo
llegó la luna gritando
sus claridades nevadas
de caracoles y nardos.
En la guitarra del viento
la brisa con dedos finos
cantaba un canto de plata.
Con su sonrisa de arcángel
que no se come las uñas,
la niña dijo riendo
bajo el capricho de luna:
—Yo fui sirena una noche
de sombras de terciopelo.
Sobre mis muslos de nácar
podían brillar luceros.
Madréporas y corales
entre la noche marina
lloraban sus soledades
por las pupilas salobres
de los dorados delfines.
Dorsos de plata y de luna.
Arena de las estrellas.
¡Cristalerías de espumas
en un mundo en donde sueñan
los tulipanes de nieblas!
—Niña mía, de tus ojos
está muy lejos el mar.
Quizás tú fuiste lucero;
pero sirena, jamás.
—Un palomar de tritones
yo vi en el fondo al pasar.
¿Por qué tú niegas que he sido
una sirena del mar?
Si negros son mis cabellos,
teñidos han sido allá
con tinta de calamar
y sombras de noche muerta;
si no son claros mis ojos
es por el llanto quizás:
que la pena es también negra
hasta en el fondo del mar.
—Nina mía es que en tus labios
no está el sabor de sal.
Quizás tú fuiste una estrella;
pero sirena, jamás.
Miéses Burgos, F. de Torre de Voces (1929-1936) en Clima de eternidad: obras completas. 1986.
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