Mir-III

El Huracán Neruda


Han pasado las horas sobre el volcán neruda y el delirio y la fiebre sobre el temblor neruda y la dormida lava de la erupción neruda sobre el fragor de la imponente situación neruda.

Todo descansa. Padre. Sobre los marfiles de los mas viejos pianos el terciopelo duerme.

Hay una señora que se llama Luisa desde los ojos pardos hasta el rumos de su pelo, desde su voz de aguja hasta el final del hilo en cuyo extremo nudo, un pequeñuelo duerme. La delicada aurora se balancea en su mirada y se desliza en su mano, rueda sangrando, se dirige al suelo y nos sucede de pronto que se levanta El Huracán Neruda, la ráfaga neruda y el vortice neruda y neruda el vendaval, reconstruido por le grave estallido de la infernal consternación neruda.

Que ha sucedido, Padre? Súbitamente nos agravia todo. 
Todo, hasta el agua misma se ha vuelto insoportable. 
Los flotantes del acueducto de la cuidad, que no hace mucho se llevaban las nubes a las sienes y pensaban reposadamente en tubérculos y esponjas, de pronto se han tornado irreflexivos. 
Se sabe ahora de no pocos torrentes que han dormido en los bosques. 
De aguas adolescentes que han trasnochado desnudas en las calles. 
Y de turbinas de vapor que han vuelto y devuelto el agua a sus antiguas nubes. 
Y lo mismo de sabanas recién lavadas que se han secado antes de tiempo. 
Y decididamente la misma suerte se sabe de sudores, de naranjas y de espejos…

Que ha sucedido , Padre? Todo ha muerto. Todo se ha dislocado. Se ha sumergido todo. El caracol neruda en las inmensidades de los mares neruda. 
El capitán neruda en los rompientes del archipiélago neruda. 
Y todo neruda ardiendo en la esencial madera de aquella noche iluminada en la emoción neruda: 
“Quiero escribir los versos mas tristes esta noche”… 
Y de pronto el celestial estruendo en la bóveda neruda. 
Neruda entre los astros de la infernal dislocación neruda.

Que ha sucedido, verdadero Padre del huracán y del volcán y la moderna lava? Que ha sucedido en el marfil y el terciopelo de los viejos pianos y en los rompientes de los archipiélagos?

La historia es muy sencilla. 
El hallazgo neruda en las laderas de los montes y a veces en la arena de los ríos. 
Los vestigios neruda en las mas altas capas de la atmósfera y en las vértebras de algunos individuos insaciables, ha revelado el nexo terminante del pueblo con las riendas de la aurora.

Feliz descubrimiento que es capaz de emancipar regiones infinitas de los océanos y de los desiertos y sobre todo eliminar la noche y los eclipses de las amapolas.

Y eso es todo. Y ha sido suficiente para todo. Después se ha sumergido todo. Negado y anegado todo.

Porque ha sido la aurora y no el metal que despedaza al pueblo en sus molinos. 
Sino que el pueblo mismo en situación neruda. O si se quiere el mismo pueblo en situación aurora.

Y así lo cuentan numerosas baladas de los pueblos y aparece en las rondas infantiles: 
La aurora tiene en su falda 
Varios luceros bravíos. 
Uno le canta y otro le baila. 
Uno en Lisboa le toca el pifano.

Le toca el triangulo. 
Le toca el tímpano.

Otro le canta y uno le toca un tamborín indochino. 
Otro un timbal de Cambodia. 
Y hay uno que esta dormido

en los mismos párpados abiertos de los Estados Unidos. 
No es Cuba, naturalmente. 
Ni un Panamá ni un México herido

Con todo lo que en sus respectivas aguas hay de canal y de rio. 
Ni es Perú rescatándose. 
Ni esta Argentina en peligro.


menos 
Santo Domingo 
que tiene roto un lucero 
en el centro del ombligo.

Ni siquiera esta lámpara huérfana 
de luz que se llama Puerto Rico, 
que ya se sabe que alumbra nuevos 
huevos de sombra en su viejo nido.

Ni siquiera son los negros 
de los Estados Unidos. 
Sino la nación entera 
de Thomas Payne y de Lincoln, 

de las costas atlánticas 
hasta el búfalo extinguido, 
desde el resuello del jazz 
hasta el pullman del Pacifico,

la que tiene entre sus párpados 
abiertos los luceros dormidos. 
Y uno le canta y otro le baila. 
Y otro le brilla en el pueblo mismo.

Y otro le salta y otro le toca 
la sinfonía medio dormido, 
el toca el triangulo, 
le rompe el tímpano,

en los mismos párpados abiertos 
de los Estados Unidos.


Y esto nos explica la situación neruda. 
Dicen que Salvador Allende era de color de rosa con algunas tonalidades aborígenes y suaves matices amarillos sobre ondulaciones negras…

Y cuentan que tenia ascendencia británica de obreros y también de campesinos celtas y labriegos esclavos en las que fueron sus venas.

Y que corrían en su sangre antecesores monegascos y raíces indostánicas mezcladas con italianas, en el lívido intervalo que media en primavera, entre una cepa escandinava y los mineros araucanos mas trabajados en el cobre.

Y además todo envuelto en un contorno delicado de velamen español, muy nuevo mundo y lusitano, en un pleno y desencadenadamente lucido contenido chileno totalmente por la bandera de Chile.

Eso dicen…

Y quieren decir que era un orgullo de la humanidad entera y que tenían toda su sangre comprometida y que en ella se hallaba comprometida la humanidad entera. 
Y entonces hubo que arrancar a Salvador Allende de las entrañas de la humanidad entera.

La aurora tenia en su falda 
varios luceros en Chile 
y unos cuantos cantaban en le salitre. 
Y entonces hubo que desprender a Salvador Allende de las entrañas de la humanidad entera.

Y eso es todo.

Y cuentan que en ciertas noches de perfecta oscuridad se escucha una canción desesperada:

En Chile! No hay un minuto que perder en Chile! Que hay una rosa en el vergel peruano con toda una arrogancia de canal panameño que nunca debe florecer

en Chile! No hay un instante que perder en Chile! Antes que empiecen las misas de Camilo Torres y los poemas del Cardenal Ernesto o Ernesto Cardenal

en Chile! Hay que incendiar a Chile! Antes de que en Chile el presidente rojo o el presidente amarillo o el presidente negro decidan amanecer en Chile! 

(Arminda, ábreme la puerta 
que todo es nuevo 
que ahora nace una espiga 
llamada el pueblo)

en Chile! Que esos muchachos ponían claveles en los fusiles del Pentágono en la precisa ciudad de Washington como nos cuenta TIME no deberán crecer 

(Ay doña Arminda madame 
Arminda señora Arminda 
con los luceros que hay en tus ojos 
podría la aurora acarrear disturbios) 

en Chile! Ni en una calle ni en una esquina ni en las escuelas que hay en los parques

(Ay, Arminda, ábreme la puerta 
que no es que le tema al cuartel 
ni le tema a los pueblos 
que luchan junto a el 
sino que Arminda ábreme la puerta 
que estoy sufriendo

Que una verde cotorra se fue para Portugal: 
Dame la patita, la cotorrita viene de Portugal

Arminda ábreme la puerta 
que en su pico trae un clavel 
y un incendio colonial)

En Chile, en Chile, en Chile no hay un solo minuto que perder.

Y así avanzan en Chile con esta canción desesperada. 
Y así derramaron toda la sangre de Salvador Allende por las calles 
de Santiago de Chile.

Derramaron sangre chilena en su mas pura cepa andaluza y berebere con latidos keniatas y pulsaciones bretonas de glóbulos egipcios e iraquíes.

Corrieron por la acera y se mezclaron en el polvo con la palpitaciones de sangre japonesa, turquestana y hebrea, húngara y moscovita. 
Formaban pequeños pozos donde palpitaba toda la América incluyendo fragantes borbotones de Oregon, del ” black belt” y de Nebraska con diluidos pulsos canadienses.

De aztecas y de mayas, de culies hindúes, de zingaros y gitanos montenegrinos y coronarias martíniqueñas.

Y claveles purpúreos de Nigeria y rosas de Francia y de Cayena se unieron en todas las esquinas y formaron una sola corriente de sangre de toda la humanidad, vertida del torrente chileno de Salvador Allende… 
Y aunque la sangre derramada era amarilla y naturalmente blanca y desde luego cobriza e inevitablemente negra, la ciudad se hizo mas roja que nunca. Mas carmesí que nunca. Mas colorada y bermellón que nunca.

Y nunca la rosa fue tan roja como en Santiago entonces. 
Ninguna boca de trapecista inglesa fue mas enrojecida para el espectáculo. 
Ninguna espada de torero andaluz ni la lámpara de guardavía.

Mas purpúreo que nunca, como Santiago en esos días lo fue, jamás, el clavel en su etapa sangrienta.

La sangre universal de Salvador Allende inundó a todo Chile y siguió creciendo en le recuerdo humano y en la estirpe vegetal y en el intestino de todos los seres inanimados.

Y no habrá ningún nivel que soporte esa creciente. 
Ni un corazón que le impida latir ese recuerdo. Ni que se aparte de el.

Y cuando ardiendo la fruta se prodiga copiosamente en el tonel y brota la muchacha sonriente y en la espiga

de los cañaverales, gota a gota se destila el sudor, de la garganta del pueblo sale su mas limpia nota

que llega a América Latina y canta. 
Y de repente El Huracán Neruda del vortice neruda se levanta.

Y en el sudeste asiático la aguda contradicción despedaza la historia y en la noche neruda el sol neruda:

Triunfo en la vida y en la muerte gloria. 
Y en Europa una siembra de fusiles 
con un clavel neruda en la victoria.

Mi corazon y en el corazon de miles 
de corazones creen en tu poesía. 
Padre nuestro que estas mirando Chiles

Presentes y futuros. La poesía, 
Tu poesía, anuncio que el capitán 
Bolívar capitán del pueblo, volvería 
cada cien años con el huracán 
neruda envuelto en la cabeza y cien 
años de Chile y de tu muerte van.

Otros dos siglos pasaran también. 
Si no es porque esta noche el mundo entero 
Torna y retorna de tu muerte, amen.

Del mas remoto punto del acero, 
de la cuenca del cobre y de la nata 
del hierro en el crisol y del primero

de los metales y después la plata, 
pasando el manganeso y la bauxita, 
un cinturón de manso se dilata

y en tu exacta violencia se da cita, 
y traspasa en los términos humanos 
la diplomacia de la dinamita.

Y en todos los caminos brotan manos 
tuyas y abiertas a un mundo mejor. 
Y entre la espiga y los futuros granos

y las manos que sudan y el sudor, 
hay un Chile que torna al cataclismo 
y un Chile que retorna al resplandor.

Un Chile mas neruda en el abismo, 
mas chileno en la fiebre y mas neruda 
y universal que el universo mismo. 
Bajo la gris consternación neruda. 
Y de repente el sólido huracán 
Neruda, emprende el vértigo neruda 
y regresa cantando el capitán.

Entonces podemos anunciar que hemos entrado 
Estrepitosamente en ese gran sistema de estupor y sacrificio que denominamos 

Una aurora 
Para todos los hombres. 
Para todos los países, 
Para todos los tiempos

Y desde luego las palomas, 
Para todos los gavilanes 
Y para todas sus aventuras 
Y temperaturas genitales.


Precisamente en estas paginas inaugurales de los grandes libros donde las generaciones inscriben sus violencias natales. Y donde las civilizaciones inventan sus sistemas de calculo: 

Cincuenta y algas 
Sesenta y látigos 
Setenta y vísceras 
Ochenta y sincopas

Y en lugar de noventa y uno: 
Noventa y razas, noventa y rosas, noventa y risas y fracciones de muerte fina, divisiones de escape y ecuaciones de júbilo; elevadas a la indómita potencia que multiplica el tronco de los pueblos, pasadas las tormentas y las conflagraciones.

Porque la aurora no es necesariamente un circulo absoluto. 
Reflexionando sobre acontecimientos y pasadas noches se ve como una esfera de circunstancias y de mariposas colocada en el tiempo se convierte en indómita conducta. 
De manera que lo que impone él transito brusco de un sistema hacia una calidad inesperada y venturosa no siempre indica la dirección de las bibliotecas o el canal de los circuitos electrónicos.

Porque sucede que no siempre se sube a la colina subiendo la colina. 
Los pequeños sonrojos del crepúsculo, las manos que prefieren agua fresca, el arroyuelo mismo y el ansia de retorno, son un componente de la altura.

La marcha de la aurora es torno y retorno en las colinas.

Y el mismo caracol es un ejemplo: torna y retorna en espiral y de improvisto desemboca en la vida. Y el ejemplo mas puro es la propia vida.

Y ella impone reemplazar la esfera del reloj con la imperante esfera de la aurora. 
Imprimir al redondo vals de sus agujas el despavorido galope del tiempo con su polvareda de cambio que se suceden sorpresivamente mordiéndole las horas ondulantes, ni un minuto antes ni un minuto después, en Europa, en Australia, en Oceanía, como si se tratara de un tropel de caballos, en América, en sus praderas desbocadas, mordidos en la cola con violencia de cambio por un chispazo flagelante de la aurora. 
Y por la serpiente o corriente del petróleo y de la gasolina. 
Y por la muchedumbre de pavorosas fieras metálicas, el cromo, el aluminio, el molibdeno, y el tungsteno y el acero y el iridio. 
Y por un inexacto infinito de billetes de banco en estado de ventolina en los desfiladeros del mercado. 
Y por la explosión de la natalidad que multiplica los fantasmas. Y por millones de automóviles pasando por el ojo del camello, y autobuses atestados de colegiales y colegialas y de obreros y también de locomotoras atestadas de militares, de sacerdotes y de camareros uniformados, que tornan y retornan formando en espiral la catástrofe que tarde o temprano desemboca en la vida.

Y cuando toda esta turbamulta alucinante crece en todas las raíces y las ramas del mundo, inopinadamente crece también el pavor y crece la desesperación y crispan el odio y la furia sus garras y caen sobre el Palacio de la Moneda de Chile, y los cañones disparan al revés, en dirección de la aurora, con la noche a la espalda y estalla de repente la infernal consternación neruda y la desarticulación neruda, en todos los ejes dislocados del mecanismo celeste.

Y cuando el poeta desciende de una manera o de la otra. Y es enterrado y desenterrado y enterrado de nuevo no se sabe dónde, y arropado en las sombras de la infamia no se sabe cuando, no se sabe como, y sobre su recinto solitario se sobrepone un tacón de hierro y sobre el recinto solitario de Salvador Allende, su lector favorito, se sobrepone un tacón de hierro que recibe en su pecho la humanidad entera, y cuando se descubre que la vida torna y retorna en espiral y que todos estos descensos son un componente de la altura y cuando el caracol neruda es un ejemplo en las inmensidades de los mares neruda. Y Salvador Allende es un ejemplo en los archipiélagos neruda. Y cuando el ejemplo mas puro es la propia vida… 
Entonces podemos anunciar que hemos entrado estrepitosamente en ese gran sistema de escalofrío que denominamos una infancia 
Una inminencia 
Una consagración 
En las aguas ardientes y tormentosas de una indómita aurora 
Para todos los hombres 
Para todos los países, 
Para todas las épocas 
Y desde luego implicando en ello a todo el sistema planetario y a todas las instituciones desconocidas del universo cósmico.

Y eso es todo. Han pasado las horas y han caído abatidas por la espalda a los pies del calendario. 
Las naranjas reanudan su bohemia amarilla, después de una estación acidulada en los confines de una implacable disciplina verde. Las sabanas recién lavadas, que han dado a luz antes de tiempo, retornan a la brisa todavía manchadas de estupor. 
Y lo mismo sucede a las banderas y a las lavanderas.

Y eso es todo. En Managua, en Wisconsin, en llo-lloulula el viento, cargado de frecuencias telegráficas e instintos masculinos. En Santo Domingo de Guzmán las palmeras cogidas de la mano recorren las nuevas avenidas, que se sumergen debajo de otras avenidas para alcanzar los puentes, mientras los suburbios urbanizan sus bucles, cambian el estilo de los surtidores, y tu dices 
“merde”porque mi corazón no puede mas 
porque nuestros corazones no pueden mas 
en un mundo que deja morir solos a sus héroes. 

Y tus versos golpean la pared de la aurora. Y el eco parece morir cien veces detrás de esa pared y detrás de las metrópolis y detrás de las naciones subdesarrolladas y detrás de las zonas turísticas.

Cierto. 
Cierto.

Y los héroes, con los ojos abiertos, siguen muriendo solos en Chile. 
En Chile y otras partes. Cierto. 
Poro todo ha cambiado, Padre. 
La muerte misma ha cambiado de soledad. 
La vida misma se nutre de la misma muerte. 
Y en los grandes silencios y en las grandes soledades nacen denodadamente nuevos héroes de los muertos solos, multitudes de nuevos héroes más robustos y menos solos, en Chile y otras partes. Cierto.

Y sus corazones ahora pueden mas y nuestros corazones ahora pueden mas en un mundo completamente iluminado por sus heroes.

Y no valdrán, para decirlo parodiando a Rioja, las puntas de las armas y la púrpura hermosa a detener un punto la ejecución del alba presurosa. 
Vendrán otros poetas y una joven poesía jamás escrita o escuchada, completamente insólita, íntegramente desencadenada en maderas sonoras y piedras desconocidas en cristales inéditos y transparencias únicas, de celulosa y derivados del petróleo, construida por la nueva juventud y la nueva ancianidad que mira hacia el futuro.

Desde ti, de tu madera de nave descubridora. 
Vendrán otros poemas de amor y de alegría de un ruego inesperado y esperanza absoluta que tejerán las manos y serán muchas manos que la alzaran al pueblo y serán muchos pueblos. 
Y el idioma del mundo serán esos poemas que las doncellas bravas llevaran al mercado para comprar con ellos metales inauditos y goces increíbles y pájaros de fuego. 

Y tu descansa, Padre, que todos los hombres y las mujeres del mundo bebemos tu palabra en tu copa de esperanza y alzamos tu indomable profecía.


Para dejar constancia y para que no quede la más mínima duda, consagramos y firmamos y sellamos esta época muda por los años de gracia y de desgracia de mil novecientos Neruda.


florecitas

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