Estaciones XIV

Las Estaciones

Por Carmen Natalia (1917 — 1976)


El Estío

Aquí estoy ¿Me conoces?
Cuando llego a la tierra
con mi aliento ardoroso,
todo surco se aprieta,
toda fuente se agosta,
toda rama se seca.
Toda flor abre el cáliz
como boca sedienta,
implorando el rocío
que baña y que refresca.
Los árboles se inclinan,
casi besan la tierra,
buscando en sus entrañas
la savia que renueva.
Aquí se agita el cardo,
allá se enturbia el río.
Mi aliento va quemando
las hojas y los nidos,
pero va madurando
las esp1gas del trigo
y en todos los hogares
habrá pan bendecido.
En la mesa del pobre
y en la mesa del rico
yo pondré mi tesoro …
¿Quién soy? ¡Soy el Estío!


El Otoño

Yo traigo a mis espaldas
el más precioso fardo:
la bendición del fruto,
el premio del trabajo.
Tras la siembra callada
del campesino rudo;
tras el brote de hojas
que sube desde el surco;
tras los verdes renuevos
y las flores: el fruto
nace allí, silencioso,
en el árbol robusto
y se brinda a los hombres
como el premio más justo.
¡Dádiva de la tierra
más preciosa que el oro!
Yo soy el que maduro
los frutos y el que pongo
dulzor de miel en ellos …
Yo soy el que recojo
en m1s cestos enormes
el brillante tesoro
de las pomas rosadas,
de los rojos madroños,
de las vides moradas …
¿Quién soy? ¡Soy el Otoño!


El Invierno

Vengo desde muy lejos,
de regiones heladas
donde el sol no calienta,
donde no nace el alba.
A mi paso, los montes
se visten con la blanca
túnica de la nieve,
y se hielan las aguas,
y las aves, temblando,
con las alas plegadas,
se ocultan en los nidos
mientras mi aliento pasa …
El árbol, prisionero
en su cárcel nevada,
sueña con Primavera,
la de radiantes alas.
Yo pongo copos blancos
sobre todo sendero;
mis albas vestiduras
cubren el vasto suelo,
y reflejan la gracia
de los árboles yertos,
tal si fuera un enorme,
un fantástico espejo
sobre la faz del mundo.
¿Quién soy? ¡Soy el Invierno!

Silencio … ¿Quién se acerca?
¿Quién asoma su rostro
de infinita pureza?
¿Por qué cantan los pájaros
y ríe la floresta?
Ha llegado la hermosa,
la rubia Primavera!
Oh, tú, risueña diosa,
bendita mensajera
de túnica florida:
¡bienvenida a la tierra!

En nombre de la Vida
y la Naturaleza,
en nombre del Amor,
la Luz y la Belleza,
yo, Invierno, te corono
y te saludo, ¡oh Reina!
Y a tu hermosa cabeza
doy la rica guirnalda
de las flores en fiesta.
Oh, tú, risueña diosa,
oh, rubia Primavera
de túnica florida:
¡bienvenida a la tierra!


La Primavera

¿No escucháis el murmullo
de las aguas del río?
¿No oís cómo las aves
dan al aire sus trinos,
ni véis cómo florecen
las rosas y los lirios?
¡Yo he colmado la tierra
de cánticos y risas!
Yo he puesto en cada rama
la fecundante linfa
que hace brotar las flores
allí donde hubo espinas.
Todo cuanto yo toco
con mi soplo de vida,
se hace flor, se hace verso,
se hace luz y armonía.
Derramando mis gracias
yo voy por la campiña,
y despierto a las suaves
mariposas dormidas,
y al ruiseñor alado,
y a las palomas tímidas …
A mi paso, es más verde
la humilde hierbecilla
y más rojo el geranio
y más rubia la espiga.
Yo soy una armonía
que desciende a la tierra
para hacerla más pura,
para hacerla más bella.
Por mí suspira todo
lo que vive y alienta,
y ansía mi llegada,
y me llama y me espera …
Todos sabéis quien soy:
¡yo soy la Primavera!


Fuente: Carmen Natalia. 1981. Alma Adentro – Obra poética completa 1939-1976. UCMM, Santiago Rep. Dom.


florecitas

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