Noche III

A la Estrella de Venus

Por José María Heredia (1803-1839)

Estrella de la tarde silenciosa,
luz apacible y pura
de esperanza y amor, salud te digo.
En el mar de Occidente ya reposa
la vasta frente el sol, y tú en la altura
del firmamento solitaria reinas.
Ya la noche sombría
quiere tender su diamantado velo,
y con pálidas tintas baña el suelo
la blanda luz del moribundo día.
¡Hora feliz y plácida cual bella!
tú la presides, vespertina estrella.

Yo te amo, astro de paz. Siempre tu aspecto
en la callada soledad me inspira
de virtud y de amor meditaciones.
¡Qué delicioso afecto
excita en los sensibles corazones
la dulce y melancólica memoria
de su perdido bien y de su gloria!
Tú me la inspiras. ¡Cuántas, cuántas horas
viste brillar serenas
sobre mi faz en Cuba…! Al asomarse
tu disco puro y tímido en el cielo,
a mi tierno delirio daba rienda
en el centro del bosque embalsamado,
y por tu tibio resplandor guiado
buscaba en él mi solitaria senda.

Bajo la copa de la palma amiga,
trémula, bella en su temor, velada
con el mágico manto del misterio,
de mi alma la señora me aguardaba.
En sus ojos afables me reían
ingenuidad y amor; yo la estrechaba
a mi pecho encendido,
y mi rostro feliz al suyo unido,
su balsámico aliento respiraba.
¡Oh goces fugitivos
de placer inefable! ¡Quién pudiera
del tiempo detener la rueda fiera
sobre tales instantes.,.!
Yo la admiraba extático; a mi oído
muy más dulce que música sonaba,
el eco de su voz, y su sonrisa
para mi alma era luz. ¡Horas serenas
cuya memoria cara
a mitigar bastara
de una existencia de dolor las penas!
¡Estrella de la tarde! ¡Cuántas veces
junto a mi dulce amiga me mirabas
saludar tu venida, contemplarte,
y recibir en tu amorosa lumbre
paz y serenidad…!
Ahora me miras
amar también, y amar desesperado.
Huir me ves al objeto desdichado
de una estéril pasión, que es mi tormento
con su belleza misma;
y al renunciar su amor, mi alma se abisma
en el solo y eterno pensamiento,
de amarla, y de llorar la suerte impía
que por siempre separa
su alma del alma mía.


1826
De Jose Maria Heredia – Poesias Completas.


florecitas

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