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Jacintos7

La vida de un hombre

Por Dionicio Hernández Leonardo (1961 – )

Conocí un hombre fuerte.
Valiente.
Un roble.
Seguro de sí mismo.
Se alimenta de esperanzas y de porciones de fe.

Conocí un hombre feliz que se levantaba temprano en la mañana,
Esperaba el Sol con una sonrisa,
vivía bajo su luz,
como vive un árbol que crece alto para alcanzarla;
se dormía con él.

Vi la vida del hombre apagarse lentamente,
como se apaga la flama de una vela
que se agita en medio de la cera que se consume
por el calor de su propio fuego.
El drama de la vida de todo el que nace.

Vi el hombre morir en una noche de silencio,
cuando todos dormían,
él no dormía,
sólo esperaba la hora para marcharse.
Sus amigos lo despedimos en una vieja primavera de tristes recuerdos.
Alguien me dijo que ahora él vive mejor,
y que fue él quien se despidió de nosotros,
porque los muertos son los que se quedan
son los otros.

La vida de un hombre termina tan frágil como una flor de loto,
que nace en el agua,
se alimenta de sol,
y muere ahogada en el lecho que le dio la vida;
se borra su rastro.
Una película de nuevos actores.

¡Ay!,
la vida de un hombre se muere en los recuerdos,
termina en el cementerio del olvido.
Simplemente termina,
se acaba.


florecitas

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Jacintos7

El día que murió mi padre

Por Dionicio Hernández Leonardo (1961 – )

Sonó el teléfono,
Y una voz triste, como un lirio marchito en un florero descuidado,
penetro por mi oído izquierdo y me aceleró el corazón.
“Se nos fue el viejo”, mensaje que nunca quise escuchar.
No pude hablar.
Intente preguntar:
¿Cómo ocurrió?
¿Donde?
¿A qué hora?
¿De qué?
Y mil preguntas más que no pude articular.
No pude decir nada.
Mi garganta se trancó.
Dos lágrimas me recordaron que soy humano.
Por mi mente cruzaron cientos de pensamientos,
una película que aún no termina.
Colgué el teléfono.
Corrí hasta aquel cuarto frío donde nadie me esperaba,
sólo un cuerpo dormido,
apagado
que al igual que yo, no hablaba.
Ahí no estaba el hombre feliz,
se había ido.
Se fue en aquel otoño de tristes recuerdos.
No se despidió.
Le di un beso en su frente fría que me produjo una herida que aún
me duele.

Se fue el padre.
Se fue el amigo,
la sonrisa bonita del hombre feliz.
Esa noche no dormí.
Sólo pensaba.
Pensaba.
Simplemente pensaba.
Se fue la alegría.
Y, al pasar los años, vuelvo a pensar.
Y preguntar, y preguntar,
…otoño, otoño, otoño,
¿Por qué me hiciste llorar?


florecitas

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Jacintos7

Un hombre feliz en mi vida

Por Dionicio Hernández Leonardo (1961 – )

Hay un hombre feliz en mi vida,
compartí con él mis mejores años.
Me mostró los secretos de su felicidad.
Me vio crecer.
Lo vi envejecer.
Lo despedí una tarde de otoño,
pero su sonrisa se quedó.

Cierro los ojos.
Viajo en el tiempo.
Veo un hombre que canta mientras trabaja;
ritual del que se alimenta de paz,
del que ama la vida,
que teje esperanzas en un mundo real.
Un hombre que da y no pide cuentas.

Hago silencio en la paz de los días callados
para escuchar la voz de un hombre que reza al acostarse,
que habla con Dios al abrir la puerta en la mañana,
que bebe un poco de esperanza de fe.
Le pone acción y empeño a sus deseos;
su suerte era el trabajo.

Veo la sonrisa de un hombre feliz
que camina sin prisa por la calle de los años.
Él sabe a dónde va;
Jesús le mostro el camino en Juan 14,6
y en el salmo 23,
su oración preferida.
Solía pararse en la esquina de la vida a esperarme,
para contarme sus sueños,
para regalarme sus miradas que sanaban las dolencias del alma.
Hay un hombre feliz en mi vida,
mi padre.


florecitas

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