Criolla
Si te importa saber mis quebrantos,
y te duelen, quizá, mis angustias,
a esos pardos cocuyos que crías
con rajitas de caña de azúcar,
y que a veces, mi bien, en la noche,
como estrellas azules alumbran
en la blanda prisión de tu seno,
mis cuitas pregunta…
En la margen frondosa del río,
en las noches tranquilas y oscuras,
los cacé, para tí, con un hacho
del pinar oloroso que encumbra
por la cuesta empinada del monte
sus ramas agudas.
Como van hacia tí mis miradas
y mi amante querella y mi súplica,
a la lumbre del hacho vinieron
en alegre comparsa nocturna,
con sus alas color de murciélago,
y su vientre, encendido, de luna.
Una vieja mendiga a quien llaman,
por lo bajo, en el pueblo, La Bruja,
y que cuenta unos cuentos muy lindos,
y que todo lo sana y lo cura,
a la gente del barrio le ha dicho
que esos pájaros negros que alumbran,
son las almas en pena de monjas
que el amor arrastrara a la tumba,
y que salen, en ronda, de noche,
a decirnos la buenaventura.
Si es verdad lo que dice esa vieja
-que vive en la altura-
a esos pardos cocuyos que crías
con rajitas de caña de azúcar,
a esas almas que penan de amores,
cuando den sus reflejos de luna
sobre el negro cendal de tu pelo,
que los duendes del campo perfuman
con aceite de flor de romero
y vinagre de frutas maduras,
al decirle mi amor y tu enojo,
mi suerte pregunta.
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