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Las Trágicas

Rebeca

Del Rosmersholm, de Ibsen*

Vino del Setentrión, lejano y frío.
Hija del pueblo, fuerte cual su raza,
en Rosmersholm, la noble casa antigua,
sintió ferviente amor, apasionada.

De la vieja mansión el heredero
unió a las de ella sus ideas, su espíritu.
Pero su raza palpitaba en ella:
brotó en su pecho la pasión terrible,
sorda pasión por el ajeno esposo
que para los amores no era libre.

—Ya el amor de aquel hombre no era suyo—,
tal a la triste esposa ella decía.
Y entre las ondas del veloz torrente
arrójase la esposa enloquecida.

¡Oh! ¿Qué fatal impulso la arrastraba
que no miraba su infernal mentira?
¡Era tan sólo la pasión! En ella
estalló cual los gases en la mina.

¡Libre estaba ahora él! De las ideas,
del progreso a las luchas, a la vida,
se abriría su espíritu encerrado
en el hogar de la mansión antigua.
De esa herencia letal que le abrumaba
ella el último resto destruiría.

Pero ¡qué triste el señorial dominio!
¡Qué triste la mansión! Allí —decían—
nadie en los niños vió jamás el llanto
ni en la faz de los hombres la sonrisa;
y cuando amenazaba la desgracia,
en la noche sin luz aparecía
grupo siniestro de caballos blancos,
precursores de muerte, luto y ruina.

¡Ahí! que murieron en el pecho de ella,
junto con la pasión, las alegorías.
Esa de Rosmersholm era la obra:
ennoblecer, pero matar la dicha.

Y al fin llegó la hora de la lucha;
lanzóse él a la contienda brava,
y en el primer embate cayó a tierra
herido por las voces de la infamia.

Fue en busca de refugio al alma de ella,
y supo que en el fondo de su alma
bajo del casto amor de los espíritus
había vivido la pasión callada.

¡Duda tan cruel! ¿Pasión vulgar, innoble,
acaso aún su corazón guardaba?
¿Estaba muerto el germen para siempre
o acaso todavía dormitara?
¿Su espíritu estaría ennoblecido
o acaso por el cieno se arrastraba?

¡Oh, qué horrible tortura, qué martirio,
ver que de sus palabras él dudara!

Y los dos en el rápido tormento,
donde un día la esposa se arrojara,
lanzáronse a buscar la fe en sí mismos.

¡Y en la noche sin luz, negra, enlutada,
aparecieron los caballos blancos,
precursores de muerte y de desgracia!

Sto. Dgo. diciembre 1900

* La casa de Rosmer (Rosmersholm) – obra de teatro del autor noruego Henrik Ibsen


florecitas

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