Salomé-XII

Luz

¿Adónde el alma incierta 
pretende el vuelo remontar ahora? 
¿Qué rumor de otra vida la despierta? 
¿Qué luz deslumbradora 
inunda los espacios y reviste 
de lujoso esplendor cuanto era triste?

¿La inquieta fantasía 
finge otra vez en la tiniebla oscura 
los destellos vivísimos del día, 
lanzándose insegura, 
enajenada en su delirio vago, 
de un bien engañador tras el halago?

¡Ah, no! Que ya desciende 
sobre Quisqueya, a iluminar las almas, 
rayo de amor que el entusiasmo enciende, 
y de las tristes calmas 
el espíritu en ocio, ya contento, 
surge a la actividad del pensamiento.

Y surge a la existencia, 
al trabajo, a la paz, la Patria mía, 
a la egregia conquista de la ciencia 
que en inmortal porfía 
los pueblos y los pueblos arrebata 
y del error las nieblas desbarata.

Ayer, meditabunda, 
lloré sobre tus ruinas ¡oh, Quisqueya! 
toda una historia en esplendor fecunda, 
al remover la huella 
del arte, de la ciencia, de la gloria 
allí esculpida en perennal memoria.

Y el ánimo intranquilo 
llorando pregunto si nunca al suelo 
donde tuvo el saber preclaro asilo 
a detener su vuelo 
el genio de la luz en fausto día 
con promesas de triunfos volvería.

Y de esperanzas llena 
temerosa aguarde, y al viento ahora, 
cuando amanece fúlgida, serena, 
del bienestar la aurora, 
lanzo del pecho, que enajena el gozo, 
las notas de mi afán y mi alborozo.

Sí, que ensancharse veo 
las aulas, del saber propagadoras, 
y de fama despiértase el deseo, 
brindando protectoras 
las ciencias sus tesoros al talento, 
que inflamado en ardor corre sediento.

Ya de la patria esfera 
los horizontes dilatarse miro: 
el futuro sonriendo nos espera, 
que en entusiasta giro, 
ceñida de laurel, a la eminencia 
se levanta feliz la inteligencia.

Es esa la futura 
prenda de paz, de amor y de grandeza, 
la que el bien de los pueblos asegura. 
la base de firmeza 
donde al mundo, con timbres y blasones, 
se elevan prepotentes las naciones.

¡Cuántas victorias altas 
el destino te guarda, Patria mía, 
si con firme valor la cumbre asaltas! 
Escúchame y porfía; 
escucha una vez más, oye ferviente 
la palabra de amor que nunca miente:

yo soy la voz que canta 
del polvo removiendo tus memorias, 
el himno que a tus triunfos se adelanta, 
el eco de tus glorias… 
No desmayes, no cejes, sigue, avanza: 
¡tuya del porvenir es la esperanza!


florecitas

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