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Ruinas[1] 

Memorias venerandas de otros días, 
soberbios monumentos, 
del pasado esplendor reliquias frías, 
donde el arte vertió sus fantasías, 
donde el alma expresó sus pensamientos.

Al veros ¡ay! con rapidez que pasma 
por la angustiada mente 
que sueña con la gloria y se entusiasma 
la bella historia de otra edad luciente.

¡Oh Quisqueya! Las ciencias agrupadas 
te alzaron en sus hombres 
del mundo a las atónitas miradas; 
y hoy nos cuenta tus glorias olvidadas 
la brisa que solloza en tus escombros.

Ayer, cuando las artes florecientes 
su imperio aquí fijaron 
y tuviste creaciones eminentes, [2] 
fuiste pasmo y asombro de las gentes, 
y la Atenas moderna te llamaron.

Aguila audaz que rápida tendiste 
tus alas al vacío 
y por sobre las nubes te meciste: [3] 
¿por qué te miro desolada y triste? 
¿dó está de tu grandeza el poderío?

Vinieron años de marguras tantas, 
de tanta servidumbre; 
que hoy esa historia al recordar te espantas, 
porque inerme, de un dueño ante las plantas, 
humillada te vió la muchedumbre.

Y las artes entonces, inactivas, 
murieron en tu suelo, 
se abatieron tus cúpulas altivas, 
y las ciencias tendieron, fugitivas, 
a otras regiones, con dolor, su vuelo.

¡Oh mi Antilla infeliz que el alma adora! 
Doquiera que la vista 
ávida gira en tu entusiasmo ahora, [4] 
una ruina denuncia acusadora 
las muertas glorias de tu genio artista. [5]

¡Patria desventurada!   ¿Qué anatema 
cayó sobre tu frente? 
Levanta ya de tu indolencia extrema: 
la hora sonó de redención suprema 
y ¡ay, si desmayas en la lid presente!

Pero vano temor: ya decidida 
hacia el futuro avanzas; 
ya del sueño despiertas a la vista, 
y a la gloria te vas engrandecida 
en alas de risueñas esperanzas.

Lucha, insiste, tus títulos reclama: 
que el fuego de tu zona 
preste a tu genio su potente llama, 
y entre el aplauso que te dé la fama 
vuelve a ceñirte la triunfal corona.

Que mientras sueño para ti una palma, 
y al porvenir caminas, 
no más se oprimirá de angustia el alma 
cuando contemple en la callada calma 
la majestad solemne de tus ruinas.

(1876)


Notas:

[1] Nota ed. 1920: “Habla de las ruinas de la Universidad, de los conventos y de los palacios de la época colonial, la época en que Santo Domingo se ufanaba llamándose Atenas del Nuevo Mundo.”
[2] Según nota de Max Henríquez Ureña, versión recordada por su autora pero olvidada, involuntariamente, en la edición de 1920, donde aparece “y creaciones tuviste eminentes“.
[3] En ed. 1880: “y allá sobre las nubes te meciste“.
[4] En ed. 1880: “ávida gira en su entusiasmo ahora,“.
[5] En ed. 1880: “pasadas glorias de tu genio artista.“.


florecitas

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