Sánchez Lamouth VIII

Elegía en Memoria de las Hermanas Mirabal

Por Juan Sánchez Lamouth (1929-1968)

Cayeron tres estrellas detrás de la montaña
con un ramo de Patria entre las manos,
hoy se abren todos los corazones para sentir la flor de sus recuerdos.
Oh, innumerable forma de la muerte,
mejor hubiera sido en vez de la masacre
que ese antillano mar hubiese hundido este poco de América.
Silencio, escuchemos la sangre como baja tocando
el cuerpo de los muertos,
Minerva, María Teresa y Patria supieron perfumar nuestra bandera.
Llanto y luz a las modernas combatientes,
llanto y luz en las orillas de los ríos,
llanto y luz mirando los tractores que desentierran
mártires bajo las hojas secas.
Veo desde la zona agrícola caer el verde jugo,
veo allende los límites del cielo bajar dolor al semillero
     humano del barranco.
iOh, vórtice de sacrificio!
iOh temblor de la carne que ve fugarse el alma!

iQue hermoso su holocausto para echarle las bases a la nueva República!
La jornada fue allí y allí la muerte profanó el bienestar cordillerano.
Casi en gigante voz quisiera hablarle al mundo de este crimen,
para que hasta la tierra se pusiera de duelo,
para que el corazón se interesase por ese poco gris de la hora grave,
para que el pájaro y la flor le dolieran más al arte
cuando se empieza a hablar de los sepulcros;
ya pasado el banquete de la sangre, Minerva, María Teresa y Patria
continuaron en espíritu luchando por la Patria verdadera.
Allí está la fogata del pueblo,
ya crecerá el futuro nuevamente perfecto;
el coro de los mártires aún esperan las notas del clarín justiciero;
pregunté muchas veces por sus sueños natales,
pregunté muchas veces cómo verían sus ojos el tiempo de la sangre,
hoy tres ramas de laurel aroman el silencio de las inmolaciones,
tres banderas adornan el baluarte del tiempo,
tres antorchas alumbran el dolor de la Patria.
Avancemos, ellas no se detuvieron cuando los años decían
    incendio, sangre, muerte.
Oh, sitio del martirio. Horeb de salvación de nuestra historia.
No cayeron,
ascendieron a las razones blancas del perfume, al solar de los Héroes,
no se puede dudar que en aquel momento,
dolor tuvieron todas las aldeas.
Inmoladas muchachas, dormid en paz,
ya desde su sangre florecerá la patria verdadera,
se encenderá la llama verdadera,
veremos los caminos verdaderos;
iüh, ignominia y dolor en la República
donde las Miraba! fueron estrellas!
La sangre de la Patria está junto a la sangre de las muchachas-héroes,
frente a los campos, los campanarios, los arco iris y las enredaderas.
iQué descuelguen sus trinos los ramajes
y de repente el mar se torne hoguera!
repudiando este crimen que no cabe en la historia
y ha llenado de luto los caminos de América.


Publicado en El pueblo y la sangre. 1963.


florecitas

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